Un poco de historia

En 1904 se fundó la primera escuela al aire libre en Berlín y fueron médicos y clínicas quienes iniciaron este movimiento para prevenir tuberculosis y otras enfermedades de la época. La primera escuela española fue en Barcelona en 1918. Y actualmente son muchas las escuelas repartidas por el mundo (Suecia, Dinamarca, Noruega, EEUU, Austria, Italia, Reino Unido, etc. Tan solo en Alemania hay ya 2500 escuelas muchas de ellas promovidas por entidades públicas.

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Principios de Tierra y Sal:

• Conexión diaria con la naturaleza.  

• Educación democrática.

• Juego libre. 

• Acompañamiento respetuoso

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Crecer en la naturaleza

La naturaleza ofrece una gran cantidad de espacios,  plantas, animales que varían de un día a otro debido a los ciclos de la vida y a la luz que ese día brille, por lo que los niños desarrollan su curiosidad intrínseca, conectando con su esencia y viviendo en armonía con el entorno y consigo mismos. Además el estar en un espacio amplio y abierto les permite expandirse física y mentalmente, sentirse libres.

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Vivimos en una sociedad que cada vez necesita más conciencia proambiental, de cuidado y respeto y es a partir de estas edades tempranas cuando es conveniente intervenir y educar desde ahí para que cuando sean adultos lleguen con el sentido de responsabilidad y compromiso para con el mundo en el que habitan.

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El pasar tiempo en un ambiente natural permite al niño entender los ciclos de la naturaleza de vida y nacimiento pero también la muerte, el paso del tiempo, las estaciones, los factores climatológicos. Además, en la playa o ,pinar el aprendizaje surge de forma natural: al observar una huella en la arena, al construir una cabaña, al cuidar una criatura marina. Cada experiencia se convierte en una oportunidad para pensar, sentir, expresarse y descubrir desde la vivencia directa.

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Esto además les permite conectar con su esencia, su espiritualidad, a través de la cual desarrollan la tranquilidad, la paciencia, la concentración, el respeto, entre otras muchas cualidades. 

 

Educación democrática

Practicamos una educación democrática, una propuesta pedagógica donde la convivencia, el aprendizaje y la toma de decisiones se construyen de forma colectiva y horizontal.

La educación democrática parte de la idea de que los niños y niñas son sujetos plenos de derechos, capaces de pensar, proponer, negociar y responsabilizarse de sus elecciones. En lugar de imponer normas o verdades absolutas, creamos espacios donde se dialoga, se cuestiona y se acuerda en comunidad, promoviendo un entorno de respeto, empatía y corresponsabilidad.

Este enfoque también reconoce y favorece el autoaprendizaje, confiando en la curiosidad innata de los niños y en su capacidad para explorar el mundo con motivación propia. En lugar de marcar un camino fijo, acompañamos sus procesos con presencia, observación y propuestas abiertas, respetando los ritmos individuales y colectivos.

Esto además significa aprender a vivir con responsabilidad, a cuidar de uno mismo, de los demás y del entorno. Es comprender que la libertad va de la mano del compromiso, y que cada acción tiene un impacto en la comunidad, por tanto hay una responsabilidad.

Responsabilidad no significa peso. Significa pertenencia. Significa saber que nuestras elecciones cuentan, que somos parte de algo más grande y que juntos podemos construir una convivencia basada en el respeto, la libertad y el amor por la vida.

Este proceso fortalece su autonomía, su autoestima y su capacidad para resolver conflictos de forma empática y creativa.

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​​Sobre el juego libre y el acompañamiento respetuoso

En el juego libre espontáneo se crea una relación de acompañamiento no directivo por parte del adulto porque estimula a los niños a elegir su camino, ofreciendo la máxima libertad a la hora de desarrollar sus habilidades y competencias según sus intereses. Por tanto se trata un acompañamiento respetuoso hacia los procesos del niño, no directivo y de afecto, muy basado en la escucha de las necesidades de cada uno de ellos. 

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Esto permite en los niños fomentar su autoestima e independencia y estimula el intercambio social, el respeto entre ellos. El hecho de que sean los niños quienes inicien y creen el juego sin la intervención de un adulto, permite que lo aprendido durante el mismo quede mejor fijado en el cerebro, porque entra en juego la concentración y la motivación intrínsecas. Esto permite llegar a un estado de máxima concentración en el juego conocido como flow (flujo) que acelera la formación de sinápsis en el cerebro aún inmaduro de los niños. Este estado de concentración profunda sólo se alcanza cuando el niño está realmente interesado en el juego y dispone de tiempo para llegar a él, siendo por tanto esencial proveer de oportunidades para que esto se pueda dar (Csikszentmihalyi 1991, Spitzer 2005).

 

Es importante destacar las habilidades sociales y lingüísticas que el niño comienza a desarrollar en este juego ya tiene que desplegar todos sus recursos para estar con los demás en el grupo.

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